El tema de la Tauromaquia
Lo admito, el pasado Domingo 20 Abril, fuí a mí primera corrida de toros. No entiendo mucho del tema, pero se que inspira mucha polémica y quería ver que se cocía, para así formarme una opinión con fundamento; bueno eso y que las entradas me las regalaron, XD.
Aproveché la ocasión para ver, lo que a priori iba a ser, un buen espectáculo ya que en el cartel estaba José Tomás y todo el mundo habla maravillas de él.
La tarde no prometía mucho, la amenaza de tormenta se cernía sobre nuestras cabezas, finalmente llovió, pero no mucho. Cuando conseguí pasar por delante de los antitaurinos pensé que me iban a linchar. Pero nadie se dirigió a mí directamente, creo que todos los gritos iban dirigidos a los viejos engalanados que andaban por allí fumando sus puros. Imagino que no doy el perfil de seguidor de toros así que no me hicieron mucho caso.
Es cierto que impresiona, ver a esa bestia, corriendo con toda su bravura y embistiendo a todo lo que se le pone por en medio. Sin embargo al cabo de poco rato, es fácil darse cuenta de que es una batalla muy injusta. En general reconozco que me aburrí bastante; los toros, según las gentes, no eran muy buenos. A mí ya me lo parecía, se cansaban muy rápido, de todas formas lo pude acabar de deducir, gracias a los gritos de la señora que tenía justo tras de mí, con su garganta pegada a mi oreja. Los toreros tampoco hicieron una buena faena. Al menos, a mí entender: asestar hasta 3 veces un sable a un toro en todo el lomo, más que un arte, es una tortura. No obstante, nadie perdía la esperanza de que alguno lo hiciera a la primera.
Se que sonara enfermizo, pero oír a la señora, gritando: ¡Mátalo!, ¡Mátalo! me hizo sentir sensaciones contradictorias dentro de mí ser. Por un lado, no hubiera dudado en gritar: ¡mátalo!, sacando lo peor que hay en mí. Porque pedir la muerte de un ser vivo, sin duda, no es muy… como decirlo, ¿ético? no lo sé. Al menos me callé y esperé. Por otro lado me sentía un poco partícipe de una carnicería bastante injustificada.
Los gritos que siguieron fueron: ¡Malo!, ¡Malo! Aquí, me fue realmente difícil discernir, a quién iban dirigidos, si al toro o al torero.
Sin duda alguna, lo que más me sorprendió, fueron sus últimos gritos. Cuando la señora, al ver al toro a un suspiro de la muerte, gritaba: ¡pobrecito! con pena.
A ver señora, según mi lógica, si pides sangre y que lo maten y tal. Y finalmente, se lo cargan, te alegras ¿no? Puedes decir: ¡ahí tamos! o ¡torero! o algo así. Lo que no tiene sentido es decir: ¡ay!, pobre animal. ¡Coño! si lo querías matar hace dos segundos.
Ésta dualidad en las personas, es lo que me asusta de la gente y de mí mismo. Ésta incoherencia innata a nuestro ser, es fácil que se apodere de uno. Simplemente, dejándote llevar y siendo primario, ya aflora. Por suerte para mí, creo que tengo algo que no se muy bien lo que es: si conciencia o alma o sentido común, que me dice que observe y después tome decisiones, siempre intentando encontrar un equilibrio, aún a sabiendas, de que se presume imposible.
Espero que la señora haga algo parecido, porque sino, me da miedo el tipo de descendencia que pueda tener y además, seguro que en los colegios electorales la dejan votar, porque aparentaba normalidad. Y yo, lo sé. Se que esta completamente loca.
Pensándolo en profundidad y sobretodo queriendo comprender. He llegado a esta conclusión:
Para que una corrida se pueda considerar arte, debe cumplir como mínimo los siguientes requisitos:
Hay que acercarse mucho al toro.
Hay que dominar al toro.
Hay que lidiar con empaque, con determinación y sin manifestar miedo.
Hay que ejecutar todos los rituales protocolarios al pie de la letra.
Y sobretodo no hay que torturar al animal. Al darle la estocada final hay que dejarlo en el sitio, sin que sufra.
Es cierto que impresiona, ver a esa bestia, corriendo con toda su bravura y embistiendo a todo lo que se le pone por en medio. Sin embargo al cabo de poco rato, es fácil darse cuenta de que es una batalla muy injusta. En general reconozco que me aburrí bastante; los toros, según las gentes, no eran muy buenos. A mí ya me lo parecía, se cansaban muy rápido, de todas formas lo pude acabar de deducir, gracias a los gritos de la señora que tenía justo tras de mí, con su garganta pegada a mi oreja. Los toreros tampoco hicieron una buena faena. Al menos, a mí entender: asestar hasta 3 veces un sable a un toro en todo el lomo, más que un arte, es una tortura. No obstante, nadie perdía la esperanza de que alguno lo hiciera a la primera.
Se que sonara enfermizo, pero oír a la señora, gritando: ¡Mátalo!, ¡Mátalo! me hizo sentir sensaciones contradictorias dentro de mí ser. Por un lado, no hubiera dudado en gritar: ¡mátalo!, sacando lo peor que hay en mí. Porque pedir la muerte de un ser vivo, sin duda, no es muy… como decirlo, ¿ético? no lo sé. Al menos me callé y esperé. Por otro lado me sentía un poco partícipe de una carnicería bastante injustificada.
Los gritos que siguieron fueron: ¡Malo!, ¡Malo! Aquí, me fue realmente difícil discernir, a quién iban dirigidos, si al toro o al torero.
Sin duda alguna, lo que más me sorprendió, fueron sus últimos gritos. Cuando la señora, al ver al toro a un suspiro de la muerte, gritaba: ¡pobrecito! con pena.
A ver señora, según mi lógica, si pides sangre y que lo maten y tal. Y finalmente, se lo cargan, te alegras ¿no? Puedes decir: ¡ahí tamos! o ¡torero! o algo así. Lo que no tiene sentido es decir: ¡ay!, pobre animal. ¡Coño! si lo querías matar hace dos segundos.
Ésta dualidad en las personas, es lo que me asusta de la gente y de mí mismo. Ésta incoherencia innata a nuestro ser, es fácil que se apodere de uno. Simplemente, dejándote llevar y siendo primario, ya aflora. Por suerte para mí, creo que tengo algo que no se muy bien lo que es: si conciencia o alma o sentido común, que me dice que observe y después tome decisiones, siempre intentando encontrar un equilibrio, aún a sabiendas, de que se presume imposible.
Espero que la señora haga algo parecido, porque sino, me da miedo el tipo de descendencia que pueda tener y además, seguro que en los colegios electorales la dejan votar, porque aparentaba normalidad. Y yo, lo sé. Se que esta completamente loca.
Pensándolo en profundidad y sobretodo queriendo comprender. He llegado a esta conclusión:
Para que una corrida se pueda considerar arte, debe cumplir como mínimo los siguientes requisitos:
Hay que acercarse mucho al toro.
Hay que dominar al toro.
Hay que lidiar con empaque, con determinación y sin manifestar miedo.
Hay que ejecutar todos los rituales protocolarios al pie de la letra.
Y sobretodo no hay que torturar al animal. Al darle la estocada final hay que dejarlo en el sitio, sin que sufra.
1 comentario:
Lo cierto es que tu comentario es muy interesante, y cuanto menos, agrdable. Digo agradable, porque no cae en la demagogia barata de los que defienden la abolición total de este espectáculo. A mi me causa tb sensaciones contradictorias Las corridas de toros para llegar a estas conclusiones:
- No me gusta que se mate al toro (aunque entiendo que forme parte del espectáculo y debe ser así)
- Los toreros deben ser imperativamente los mejores profesionales para evitar el sufrimiento del animal.
- A mi personalmente no me dicen nada las corridas, pero respeto a quien le gusten.
- Ver el desarrollo de los acontecimientos en la plaza es lo que más me atrajo e interesó.
En conclusión una experiencia que se debe vivir para poder opinar en contra o
/y a favor de ella.
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