Roma, la ciudad de la Dolce Vita
El despegue: estando aún en casa me encontré con la maleta en la puerta y con la mitad de mis cosas encima de la cama, ¡su madre ya la había recogido! Pillándolas de cualquier manera conseguí bajarlas hasta el taxi. No sabía muy bien por qué, pero el caso es que teníamos que llegar al aeropuerto dos horas antes del despegue. Siempre he pensado que las prisas no son buenas amigas y hacerme bajar corriendo y con el café en los mofletes… después lo comprendí todo. Ya en la terminal, ¡que grata sorpresa! Su hermana tenía el DNI caducado, retrasando el embarque y más prisas dirección a la comisaría del aeropuerto para que le hicieran un resguardo. Indudablemente esto justificó en parte las dos horas de adelanto. Superado esto era el turno de su hermano: a éste se le olvidó el portátil en el arco de seguridad de la policía, acabó por justificar las prisas que nos dimos por llegar.
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